sábado, 24 de septiembre de 2011

Columna de pensamiento crítico. Leo Varela: Buchones

I.
El ex director técnico de Independiente, mi Independiente, Antonio El Turco Mohamed fue echado por la barra brava de la institución, impulsada –por acción u omisión- por Julio Comparada, socio de Luis Barrionuevo y de Julio Humberto Grondona.
En el partido contra los sanjuaninos, una bandera –colocada por la barra que conduce el ex presidiario Bebote Alvarez, integrante también de Hinchadas Argentinas que trabaja en el plano nacional para el gobierno y en el plano provincial para Francisco De Narváez- denunciaba: “TURCO BUCHON Y CAGON”…Antonio Mohamed, sin embargo, actuó al menos esta vez con coraje y como un hombre de bien. Y se fue, solo, con su conciencia en paz.

II.
Michel Foucault señala en Las palabras y las cosas que una de las funciones principales del lenguaje es clasificar. Toda clasificación es
una manera de organizar y de ordenar el mundo.
Hay lenguajes que parecen más estrictos, con más rigor, que otros.
El lenguaje de la Ciencia, por ejemplo, quiere garantizar el efecto de objetividad y, por ende, autentifica en la medida de lo posible las marcas de subjetividad. Sin embargo, esto no significa que sea objetivo, genera ese efecto. Es otra cosa, entonces.
Si se emplea la palabra “hidrógeno”, ese término se encuadra dentro de un sistema clasificatorio: “hidrógeno”. “dióxido de carbono”, etc.
Pareciera que esos términos, en esos sistemas, controlan o restringen las connotaciones que toda palabra contiene. Ya Cervantes, en el Quijote, indicaba que “Hijo de puta!” era, según cómo se lo utilizara y en qué ámbito, un insulto o una expresión de admiración. Esta es la cualidad dialéctica del signo, definida magistralmente por V. Voloshinov.

La palabra “mogólico” designa una condición, vinculada con la constitución incompleta del ADN en un sujeto. Sin embargo, esa palabra es empleada muchas veces como insulto o agravio, o sea abre por los menos dos sistemas clasificatorios: uno vinculado con una “capacidad diferente”, como se dice con un eufemismo, y otro, vinculado con el sistema de insultos y ofensas.

Como bien explica el antropólogo, Daniel Miguez, hay una palabra –no son casuales los usos ni la proliferación de significados variados y variables- que cada vez cobra mayor dimensión en esta sociedad nuestra que es capaz de tolerar cosas insólitas y también de rebelarse, muy de vez en cuando, con coraje bajados del cielo. Esa palabra es “buchón”. Si bien existen en otras lenguas sinónimos de “buchón”, como “soplón”, por ejemplo, en ninguna tiene la extensión y la ubicuidad que tiene en nuestra lengua.

Nuestro “buchón” es un término que deriva del gorjeo incontenible e incontrolable de las palomas en estado de excitación. El gorjeo es percibido por todos, no puede guardarse. Se vuelve público lo que es un estado privado.
El “buchón” es un traidor. Su traición difiere, sin embargo, de la “mexicaneada”, que es el robo de parte de lo robado de un ladrón a otro.
El “buchón”, entonces, es un subtipo del traidor.
¿Cuál es la especificidad de la traición que comete el “buchón”?
¿Qué es lo que produce la estigmatización del “buchón”? ¿Por qué se lo condena con tanta fuerza?
La condición básica es que debe existir una transgresión, es decir que haya alguna norma extendida a un grupo mayor que ha sido de alguna manera violada por alguien o por algunos sujetos que conforman un grupo menor. Sin esa violación de la norma, no hay secreto alguno que guardar y si no hay nada que ocultar, no hay “buchón” posible.

Ahora bien, además de que debe existir una norma, una ley que se transgredí, debe existir alguna forma de autoridad ante la cual se efectúe la denuncia de la transgresión.

Las condiciones sociales para la existencia del “buchón” son, por lo menos, cuatro:
1. Debe existir un sistema de reglas (que establezca qué está permitido y qué está prohibido)
2. Debe producirse la transgresión de alguna de las reglas de ese sistema.
3. Debe existir un grupo definido que conoce o participa de la transgresión y que resguarda su secreto.
4. Debe existir una autoridad ante la cual ese secreto puede ser revelado.

El estigma del “buchón” obedece a que su delación amenaza la cohesión del grupo del que inicialmente formaba parte.
El “buchón” no es un “botón” ni un “oreja” ni un “ortiva”. Estos, en todo caso, son traidores a una clase. Siempre han estado han pertenecido a la esfera de la Autoridad.

La existencia del “buchón” implica peligros para los que pertenecen al grupo del secreto bien guardado…hasta ayer…El código de omertá se debilita y todo ahora es posible, porque la autoridad va a procurar que la Ley General prive sobre el código de omertá.

¿Por qué la palabra “buchón” se emplea tanto y en tantas diferentes circunstancias en nuestra amada y contradictoria patria?
Porque LA AUTORIDAD –EL ESTADO Y LOS GOBIERNOS QUE LO ADMINISTRAN- EN TERMINOS GENERALES NO ES CONSIDERADA LEGITIMA Y CREIBLE POR RAZONES BASTANTE OBVIAS. Quien debe velar por el bien común no sólo no vela por el bien común sino que participa de la ruptura de la norma general.
En nuestra patria, el uso extendido de buchón puede llevar a que un alumno de primaria le diga a otro “buchón” porque este último le dijo a la maestra que le sacaron el compás. Puede llevar a que lo estigmaticen como “buchón” a quien denuncia a un comerciante que evade al fisco. Y también a un empleado que le dice a su jefe que Suárez se fue antes…
La paradoja de los “buchones” –que perjudican los intereses del grupo del que formaban parte- radica en que muchas veces lo que perjudica o daña a un grupo particular, puede beneficiar al todo social. Un ejemplo: en un diario se sabe que alguien recibe dinero de una empresa o del gobierno de turno. Eso se vuelve público, se denuncia. Esa denuncia “limpia” la actividad que de esa manera gana en credibilidad…Hay por lo tanto una tensión permanente entre la “lealtad” (omertá) al grupo y el bien común, la regla, la Ley.

Y hay también un uso restringido, ligado a las prácticas en las prisiones que son auténticos centros de torturas institucionalizadas.
En estos sectores, tanto el “gato” (que está condenado a realizar el servicio doméstico y sexual), el “refugiado” (el VIP que no puede soportar la violencia inherente a nuestras cárceles y lo trasladan porque tiene dinero), el “mulo” (también condenado a servir a los presos más fuertes o poderosos adentro) y el “buchón” son considerados como OTROS. ¿Por qué? Porque, a diferencia de los otros presos, no están en conflicto a muerte con las normas establecidas…

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