sábado, 16 de julio de 2011

Leonardo Varela: “ESLABONES Y MONSTRUITOS”

Hay veces en que de la necesidad se hace virtud, como dice el proverbio. Hoy, como es sabido, estamos en veda. Y es esa veda, que no todos parecen respetar por completo, la que nos va a permitir abordar algunas de las cosas que, muchas veces sin desearlo, quedan fuera de nuestras columnas o bien quedan relativizadas por cosas que parecen (no sé si lo son) más relevantes o más significativas socialmente...

Hoy van a estar en este estudio de la radio La Voz de las Madres, cuatro adolescentes, ya no son niños aunque a uno le cueste asumirlo...
Ya empezaron a volar. Estos cuatro adolescentes son: Francisco, Lautaro, Nahuel y Patricio. Lautaro es “Lauti” y Nahuel es “Nahu” y son dos de mis hijos. Mis hijos y los de Andrea. Francisco y Nahuel se conocen desde pequeñitos y también Francisco es “Pancho”, el de los ojos tristes y seductores… y Patricio es “Pato”, un tierno excéntrico que toca el bajo y es fanático, pobre, del decendido Club Atlético River Plate. Hasta se dañó un dedo por un tanto que perdió Eric Lamela en un partido clave. Y eso complicó los ensayos de la banda. Son todos adolescentes de clase media, del barrio de Caballito…
Y ellos son hoy La Taza Calva, un colectivo de sueños y de trabajo compartidos de verdad… La Taza Calva es una banda de amigos que hacen música. Primero que nada son amigos. Después son músicos y cómplices. Estudian, se preocupan, se divierten, ensayan mucho (siempre los sábados y si pueden alguna vez más), de vez en cuando pueden enojarse (poco a decir verdad), pero eso queda entre ellos. Todo lo hacen con una enorme dedicación y con un esfuerzo (que, como es fuente de placer estético y de re-unión de almas, no es estrictamente un esfuerzo).
Claro: yo soy el padre de dos de estos monstruitos, por lo que todo lo que digo está cargado de subjetividad y es inevitablemente tendencioso y parcial…Sin embargo, no es mi objetivo decir lindas palabras para alabarlos sin razones…
La Taza Calva es, de alguna manera, es el eslabón de una cadena que quisieron romper. La Taza Calva es una expresión de frescura, una expresión contundente, una emergencia casi mágica (aunque no es precisamente el producto de la magia sino una convergencia de impulsos familiares, escolares y, por sobre todo, de ellos mismos) de lo que resistió la derrota, por lo que la derrota fue menos derrota y hasta puede convertirse, sobre los 90, cuando el juez está por pitar, en un triunfo inolvidable, como los del viejo Independiente “copero”, el de mi amado “Bocha”.
Los que formamos parte tangencialmente de la generación de los desaparecidos (en mi caso, porque yo era apenas un adolescente en los 70) recuperamos muchas cosas cuando, en el orden del arte, en el orden de lo simbólico, crecen estas flores, estos perfumes. Sabemos -todos sabemos- que la dictadura torturó, secuestró, violó, asesinó... La dictadura hizo desaparecer materialidades, hizo desaparecer cuerpos. Hoy no está Rodolfo, que era su cuerpo; tampoco está Paco, que era su cuerpo; tampoco están Daniel y Haroldo, que eran su cuerpo; tampoco está Raymundo, que era su cuerpo…Y no están muchos otros, muchos otros compañeros, camaradas, muchos otros cuerpos que los militares genocidas hicieron desaparecer…Pero esos militares, junto con esos cuerpos fraternales que se llevaron, también quisieron llevarse lo que ellos representaban en el orden simbólico, quisieron llevarse su escritura, sus poemas, el cine-documento…

El gobernador de Buenos Aires, el general Américo Saint Jean, dijo en 1977: “Primero nos llevaremos a los subversivos, después mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes y enseguida a aquellos que permanecen indiferentes…y finalmente mataremos a los TIMIDOS”.

En esas palabras quedaba revelado que la dictadura estaba en plena conciencia de que libraba una guerra de exterminio en dos dimensiones: en el plano económico para terminar con el incipiente modelo de sustitución de importaciones y con la fuerte sindicalización obrera que organizaba nuevos avances; y en el plano simbólico para aniquilar todo tipo de representaciones que pudieran ejercer la resistencia en el plano de las ideas que luego derivan en acciones y en conductas…Quisieron los asesinos, por lo tanto, hacer-nos desaparecer dos veces; hicieron desaparecer los cuerpos de nuestros compañeros, que eran la expresión de una entrega casi absoluta (y, en algún punto, casi una inmolación) y de la transformación de una sociedad de explotación e hipócrita… y quisieron también los asesinos hacerlos desaparecer en el orden de lo simbólico.
Por eso no fue casualidad (bien lo sabe seguramente el Colorado Fernando que es amante y especialista en cine), que proliferaran los films de Ramón Ortega, de Gerardo y Hugo Sofovich, de Enrique Carreras, etc. etc. El Soldado Chamamé, los tiburones, los delfines y las mojarritas…y hasta La fiesta de todos (precisamente en el mundial del 78), que filmó Sergio Renán con seudónimo, si no recuerdo, no fueron obras del azar…Todos esos films nos ahorran palabras, pero no indignación ni el ejercicio persistente y sublime de la memoria….
Ahora bien, no sólo fue importante la censura, sino también los imaginarios que procuraron construir usando al arte en general y al cine y a la música en particular. La televisión fue la licuadora cerebral.
Hoy, por suerte, tenemos a extraordinarios faros como Leonardo Favio, como Fernando “Pino” Solanas, como Adolfo Aristarain, y a otros de una generación posterior como C. Sorin, Alejandro Agresti…y también a nuevos cineastas como Marcelo y Enrique Pineyro, Adrián Caetano, Lucrecia Martel, Pablo Trapero, L. Puenzo y muchos otros…
El cine es hoy una expresión de que no pudieron derrotarnos del todo…
La música también fue atacada impiadosamente en la dictadura. Censura en las letras, palos en los recitales, carros de asalto para el público rockuero siempre peligroso, celdas en las seccionales del gran Buenos Aires y en la Capital y humillaciones de las más diversas, algunas de las cuales continúan en democracia…
Pero no sólo el rock fue censurado, también el folklore de Mercedes Sosa, de Jorge Cafrune, de Alfredo Zitarrosa, de Los Trovadores y, por supuesto, del faro mayor, don Atahualpa Yupanqui, entre tantos otros…”Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”…

Entonces, hoy afortunadamente podemos decir que La Taza Calva (estos cuatro adolescentes-monstruitos que estaban lejos, muy lejos de la dictadura cuando sus madres los parieron), expresa como muchas otras bandas que no se han banalizado, aunque nos quisieron desaparecer dos veces, QUE ESTAMOS ACA, BIEN VIVITOS Y COLEANDO, COMO HUBIERA DICHO HUGO MIDÓN, ALGUIEN QUE TAMBIÉN COLOCÓ UNOS TORNILLOS Y ALGUNOS CABLES PARA QUE LOS MONSTRUITOS SUENEN DE ESTA MANERA….

No hay comentarios:

Publicar un comentario