sábado, 6 de agosto de 2011

Leo Varela. Columna de pensamiento crítico: " No me lloren más, crezcan"

En varias de las columnas anteriores, señalamos que, más allá de asuntos más o menos coyunturales en relación con el proceso de las elecciones que se están llevando a cabo desde inicios del 2011, es imprescindible impulsar una profunda reflexión sobre qué sujeto es el que está conformando estas sociedades postindustriales (otros dicen posmodernas).

Alguien dirá con razón que es fácil reflexionar sobre el significado de las elecciones después que el cómico (no tan cómico, a decir verdad) Miguel Torres Del Sel obtuviera casi el 36 por ciento de los votos, a apenas 3 por ciento del candidato socialista del Frente Progresista, Antonio Bonfatti, y a casi 13 puntos del A. Rossi, el candidato por el Frente para la Victoria. Sin embargo, en todo caso, la próspera carrera que ha iniciado Miguel Torres Del Sel en el orden de lo público es sólo un ejemplo.
M. E. Bielsa, la candidata a diputado por el Frente para la Victoria, dijo algo en esta radio, el lunes, que me llamó la atención y que me impulsó a escribir esta columna:
“El nuevo sistema electoral que se empleó en Santa Fe merece algunas observaciones. Yo realicé una muy buena elección, me han votado muchos de los que votaron a Rossi, nuestro candidato, pero también algunos de quienes votaron a Bonfatti y también un porcentaje de quienes votaron a Miguel Del Sel. En definitiva, este sistema nuevo sistema electoral pareciera producir contradicciones cuando se vota”.

Me detuve en “pareciera producir contradicciones”. Algo en esas tres palabras me llamaba la atención. Y, poco después, lo alcancé a comprender: el verbo “producir” me resultaba equivocado. ¿Por qué?
En verdad, reflexioné, no es el sistema electoral (que es novedoso y, en cierta dirección, superador del anterior) el que produce las contradicciones por las que alguien, un ciudadano cualquiera, puede votar a Miguel Del Sel (que se presentó por el PRO de Mauricio Macri y con un candidato a vicegobernador, Osvaldo Salomón, abiertamente duhaldista) y a M. E. Bielsa o a Raúl Lamberto del Frente Progresista.
Desde mi punto de vista, el nuevo sistema electoral no produce las contradicciones. Por el contrario: lo que este nuevo sistema permite es expresar, visibilizar esas contradicciones. En otras palabras, el problema no está en el sistema (que es como un espejo que refleja el objeto) sino el objeto ciudadano. El principio de no-contradicción que, según Aristóteles, era básico para orientar nuestras acciones y para que el sujeto sea sujeto unitario, pareciera no funcionar más de manera plena. Es cierto: nuestras acciones no sólo pueden ser evaluadas en el orden de la racionalidad, entre otras cosas porque, como nos enseñó Freud el inconciente existe y porque, como nos enseñó Foucault, el poder está en todas partes (aunque, agrego, en algunas partes está bastante más que en otras). La unidad del sujeto como tal no es algo que deba considerarse hoy un a-priori.
Cuando el sábado pasado dijimos que Fito Páez va a tener serias dificultades para explicar por qué los ciudadanos que le produjeron asco y repugnancia en julio porque votaron al PRO, puedan producirle satisfacción y alborozo en octubre, si votan –como dicen algunas empresas encuestadoras, a esta altura, poco confiables- a Cristina Fernández de Kirchner.
Y creo que hay un punto que es central: estamos frente a un sujeto que, como señalaban al inicio del programa, está fragmentado en su conciencia. Esta fragmentación en su conciencia no es buena cuando me beneficia, porque votan como yo quiero, y mala, cuando me perjudica porque votan en contra de lo que yo quiero. Hay que evaluar este problema por fuera de las coyunturas electorales, porque la coyuntura siempre está cargada de intereses inmediatos. Entonces, como quienes han ganado en la Capital Federal y han obtenido una impresionante posición en Santa Fe no son de mi palo, levanto la voz al cielo y clamo desesperado: “Esto es el fin, se ha disuelto el lugar de lo colectivo…”.
Seamos francos: ¿cuál es la diferencia entre Miguel Torres Del Sel y Ramón “Palito” Ortega?, ¿cuál es la diferencia entre Miguel Torres Del Sel y Andrea del Boca; o entre Carlos Alberto Reutemann y Daniel Scioli? ¿Cuál es la diferencia en la praxis entre el Mago sin diente y el ex INADI, Claudio Morgado que le dijo a una subalterna: “Callate, gorda”? Hay que realizar un esfuerzo para encontrarla…
La falta de reflexión sobre las causas de esta pérdida de lo colectivo como referencia cierta (y muchos de los valores que por lo general se derivan: el compromiso, la solidaridad, la realización en y por el otro, etc.) ha llevado a que volvamos a sorprendernos (lo que, per se, es una paradoja: la sorpresa es producto de lo im-previsto) por cosas que no son nada nuevas.
La creencia en un ciudadano con capacidad para discernir sin inconvenientes entre lo bueno y lo malo, entre el compromiso y lo mezquino, entre su propio interés de clase y el interés (que se presenta como universal) de los sectores dominantes, está cada vez más alejada de la realidad. Y está alejada de la realidad no sólo por lo que, desde el marxismo, se define como “falsa conciencia” (que es la emergencia de un sistema económico estructurado en clases con diferente poder económico, una que explota y la otra que es explotada) sino también por la irrupción de nuevos dispositivos tecnológicos que han modificado las llamadas subjetividades “iluministas”, que actuaban racionalmente para alcanzar el saber, el progreso y el bien común. El Iluminismo y sus valores, el Progreso, la Educación y la Igualdad, han perdido peso a partir de sus propios fracasos: la razón también produjo catástrofes…
Ese propósito iluminista, alcanzar el “bien común”, debe ser hoy objeto de estudio.
¿Alguien puede creer por ejemplo que el hijo del próspero empresario Franco Macri, contratista del Estado, brega por el bien común y la igualdad?
El punto es que no-representar esos valores no es concebido como algo negativo o no deseable, porque la subjetividad de ese ciudadano (que concibió el Iluminismo) ha sido invadida y colonizada.
Frente a una realidad que muchas veces resulta in-aprehensible e incomprensible, que se percibe como la simple suma de fragmentos que nunca conforman un TODO, se vuelve “natural” que una figura mágica (que presuntamente es como uno: nada más absurdo que la consigna “YO SOY USTED”) venga a resolver los problemas –siempre ligados a la elemental supervivencia y no a una cierta trascendencia no religiosa-.
El miedo –el miedo al pasado, el miedo al presente, el miedo al futuro- impulsa a delegar la libertad en ese Otro que se ve o parece más poderoso.
Uno le concede la libertad (que, como señalaba Jean Paul Sastre, siempre genera angustia porque hay que elegir de verdad) y el Otro decide por uno…


Muchos investigadores en Ciencias Biológicas y neurólogos advierten que la acumulación de discursos televisivos, de e-mails, de llamados a celulares o a teléfonos fijos, las señales luminosas y otros flujos informativos están alterando las formas en que los sujetos actúan y reflexionan. El caudal de información, dicen, socava nuestra capacidad de concentración. El flujo ingresante apela a un impulso primitivo de responder a amenazas y oportunidades inmediatas. El ESTIMULO genera una emoción –una descarga de una sustancia llamada dopamina- que los investigadores consideran que puede producir adicción. En ausencia de esa emoción, el sujeto entra en el tedio, se aburre y, como todo adicto, quiere más de la sustancia que lo “rescata” de ese estado…

Nora Volkow, que es directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de EE.UU y una de las más relevantes investigadoras especializadas en el funcionamiento del cerebro, dice: “LA TECNOLOGIA NOS ESTA CAMBIANDO EL CEREBRO”. Tanto ella como otros investigadores comparan el atractivo de la estimulación digital más que con la droga y el alcohol con la comida y el sexo. Son esenciales pero su exceso es contraproducente…Y hoy hay un exceso de ESTIMULOS que impiden muchas veces pro-yectar, pro-eyectar. Estamos en presencia de sujetos distraidos, con poca capacidad para concentrarse, con una memoria débil, con una tendencia a lo ego-entrado, como si fueran niños. Y además este sujeto está estresado. Como ha sido estudiado, las hormonas del estrés reducen la memoria a corto plazo… ¿Y si el estrés fuera permanente?

En este marco, hay que volver a reflexionar sobre nuestras prácticas, sobre todas nuestras prácticas, porque no hay prácticas sin sujetos ni sujetos sin prácticas...La lucha de clases continúa, pero a esa confrontación se le suman otros factores que cada vez cobran mayor relevancia…

NO PODEMOS QUEDARNOS LLORANDO POR LO QUE PUDO HABER SIDO PERO NO FUE.

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