sábado, 6 de agosto de 2011

Leonardo Varela. Columna de pensamiento crítico: "Carne fresca y muerta"

La modelo R. Guirao estaba realizando una reggaetón en el programa “Bailando por un sueño” de Marcelo Tinelli. De pronto, todo indica que el cansancio del ensayo y de sus otras actividades la abrumaba, se desvaneció. Perdió el conocimiento mientras estaba, tal como estaba programado coreográficamente, por el aire.
SU CAIDA, DESDE UNA ALTURA CONSIDERABLE, ESTEMECE PORQUE EL ESTAR DESMAYADA NO ATINA A RESGUARDARSE MINIMAMENTE. SE DESPLOMA.

Todos los presentes quedaron en principio impresionados. Hubo quienes imaginaron lo peor. El video –que hoy ya no puede verse en Internet porque Ideas del Sur es dueño y ha reservado sus derechos- era (siempre hablando en términos relativos) estremecedor: la modelo pudo haber muerto en cámaras.

El doctor que trabaja para el programa de Marcelo Tinelli, llamado Vicente Labonia, la atendió en los estudios y las cámaras nunca dejaron de filmar el accidente y sus derivados. Más aún, como Marcelo Tinelli, era conciente del rating que se incrementaba vertiginosamente, evitó todo lo que pudo –mientras actuaba su preocupación- ir a la tanda publicitaria. Inclusive, una vez que la modelo recuperó el conocimiento, pero tirada en una camilla y con un cuello ortopédico, se animó –siempre serio, siempre interesado- a preguntarle cómo estaba… El truco coreográfico falló pero el programa acertó. La modelo, en la camilla, le dijo a la familia que se quedaran tranquilos…Y el médico dijo literalmente: “Fue una pérdida de conocimiento, pero aparentemente no tiene ningún signo neurológico” (negativo, se entiende). No hubo ningún estudio neurológico en que fundara su afirmación el médico. El adverbio “aparentemente” marca precisamente que estaba en el orden del “parecer” y no del “ser”. Todos sabemos que, frente a impactos de esta naturaleza, puede producirse coágulos que no son perceptibles a simple vista.
Alguien podrá decir: “De qué está hablando Leonardo Varela hoy? ¿Qué importa lo que le sucedió a una modelo alejada de la mayor parte de los problemas de los demás?”.
Tal vez algo de razón le asista a quien reflexione de esa manera.
Sin embargo, creo que el caso de esta modelo fue un ejemplo inobjetable de cómo en la televisión todo, absolutamente todo, es una MERCANCIA. La vida, también.
La ambulancia demoró llamativamente su llegada. Cada minuto de demora era presumiblemente uno o dos puntos más de rating televisivo y de posibles nuevos auspiciantes o más publicidad de los auspiciantes que ya están.
La televisión, como ha explicado Ramón Reig, lleva al telespectador a una tensión entre la fascinación (lo que se conoce con el nombre de pulsión escópica, el consumo compulsivo de imágenes) y el tedio de que sabe que lo que va a ver es lo que ya conoce…Esto lleva, como también sucede con el consumo de material pornográfico, a que cada vez sea más necesario nuevas “emociones”. ¿Qué mejor emoción que asistir a la posible muerte de una conocida modelo en cámara? ¿Qué mejor emoción televisiva que asistir al dolor del prójimo que no está próximo? ¿Todos pueden caer como R. Guirao? ¿Todos vamos a morir un poco antes o un poco después?
¿Puede la felicidad truncarse en un abrir y cerrar de ojos?
La televisión de Tinelli estuvo a pleno. Ya ha humillado a sus empleados (a Larry De Clay lo escupió en cámara), ha ofendido la inteligencia, ha discriminado y convertido en objetos a las mujeres con el baile del caño, ha usado a niños y niñas “erotizados” para captar a adultos perversos, ha colocado al dinero y la obediencia como valores supremos y ha ofendido diariamente nuestra inteligencia y nuestra condición humana. Ha consumado, en tanto emergente monstruoso de la cultura capitalista, su obra.
Estuvo al borde de rentabilizar la muerta. Por ahora, no tuvo suerte, pero sabe que sólo hay que esperar un poco más.
Los televidentes están tan ansiosos de carne fresca y muerta como la estrella principal y todo poderosa de Canal 13. Chau, chau, chau.

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