sábado, 4 de junio de 2011

Mauro Lo Coco. César Vallejo: Un poeta desnudo


El literato de puerta cerrada no sabe nada de la vida. La política, el amor, el problema económico, el desastre cordial de la esperanza, la refriega directa del hombre con los hombres, el drama menudo e inmediato de las fuerzas y las direcciones contrarias de la realidad, nada de esto sacude personalmente al escritor de puertas cerradas.

César Vallejo

Suele decirse de algunos artistas que fueron “hombres de su tiempo”, en referencia a que su obra tematizó de alguna forma el clima político, social o cultural de su época. Habría que preguntarse si hay personas sin tiempo ni espacio y, en tal caso, qué hicieron para trascenderlos. Hasta donde sabemos, el poeta es un catalizador: nada le es indiferente; nada le es ajeno.

La última –y póstuma– obra de César Vallejo (Santiago de Chuco, Perú, 16 de marzo de 1892 - París, 15 de abril de 1938) se llama “Poemas Humanos”. Quizás el título nos de para el chiste fácil –¿habría otra clase de poemas?– o para ciertos lugares comunes vinculados con un ya viejo concepto de humanismo. Sin embargo, la idea de humanidad de Vallejo lejos está de ser perimida: más de medio siglo después de su muerte, ha cobrado tanta relevancia como la que supo tener.

César Vallejo comenzó su carrera literaria con un libro contundente y declarativo, Los Heraldos Negros (1919). En él, practicó lo que se denomina modernismo: en particular, destacó con crudeza los sentimientos, utilizó giros lingüísticos propios del indigenismo local y, sobre todo, desnudó a la palabra. Así dejó al desnudo a los seres humanos. Quizás por impúdica, tal vez por descarnada, posiblemente por transparente y honesta, esta exhibición del cuerpo doliente del ser humano ofendió a puristas del verso y a moralistas de la palabra.

Algo similar sucedió con su libro inmediatamente posterior, ya definitivamente vanguardista: Trilce (1922). En esta obra maravillosa, quien finalmente se libera de ataduras pudorosas y coercitivas, quien sale a derrochar vitalidad y a probar todo los lugares a los que ella es capaz de llegar es la palabra. Incluso más, la palabra se libera de su expresión formal: el corazón musical, la angustia sonora trascienden el forceps de la expresión. Neologismos, indigenismos, absurdos, inversiones… Trilce es un idioma dentro de un idioma: es un idioma que revoluciona y libera al español.

Por estas experiencias artísticas de tamaña intensidad, la poesía hizo mella en la vida práctica de Vallejo. Su suerte era coincidente con esta intención liberadora. Por esta razón, a medida que su genio se desplegaba, su situación política y, principalmente y económica, se deterioró. Migro de Perú a París, para encontrar cobijo en algunos buenos colegas que prestaron una mano. Esa mano llegó, no sin antes el poeta tener que pasar por situaciones de indigencia. Pasó hambre, durmió a la intemperie. Creemos que lo pudo atravesar por esa maravillosa búsqueda de la desnudez.

Finaprofundamente humanistas: el cuento Paco Yunque (1931) y la novela Tungsteno (1931), entre otras producciones. El primero es un tierno y descarnado relato en el que se observa cómo se despliega la ideología burguesa hasta los recovecos más pequeños de una institución como la escuela. El segundo es una muestra del desclasamiento y la viopara todo, ir con la palabra hasta lo inimaginable, desnudarse, aceptar la terrible convicción de la muerte y el amor, dos hermanos. Porque aquí anida la paradoja: quien no vive amando al borde la muerte, está muerto de veras. Cualquiera diría que está vivo, pero en verdad está muerto.
lencia patronal en una mina de carbón.

Quizás sus últimos años de labor periodística y narrativa no hayan sido valorados a la altura de su producción poética. Sin embargo, tal vez sea este gesto el que mejor define a Vallejo también: haber abandonado la revolución de la palabra por perseguir una tanto o más difícil, y sin dudas complementaria: la de los hombres.

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