sábado, 4 de junio de 2011

Leonardo Varela. Columna de pensamiento crítico. Sábado 28/5

Hoy vamos a realizar una serie de pequeñas observaciones sobre nuestra cotidianeidad que, esperamos, puedan iluminar algunos asuntos que, desde nuestro punto de vista, se han vuelto deliberadamente opacados.



I. LAS ELECCIONES EN SANTA FE

En Santa Fe hubo elecciones primarias en el Frente por la Victoria, en el Frente Progresista y en el PRO. Las empresas encuestadoras –que siempre son contratadas por alguien para quien nunca son “neutros” los números- auguraban los triunfos de A. Bonfatti como candidato a gobernador por el Frente Progresista, impulsado por Hermes Binner y de A. Rossi como candidato a gobernador por el Justicialismo, apoyado por algunos funcionarios relevantes del gobierno nacional y por movimientos sociales diversos. Y efectivamente ganaron los dos. Sin embargo, quienes presuntamente iban a competir de igual a igual con cada uno de ellos, a saber: el senador nacional Alfredo Giustinianni y el ex canciller Rafael Bielsa, quedaron bien lejos de ellos. Más aun: salieron terceros, detrás del radical Barletta y del actual intendente de Rafaela, Omar Perotti, respectivamente. Omar Perotti, cuando estalló el conflicto entre las patronales del agro y el gobierno, hizo todo el equilibrio posible. Muy cercano al ex gobernador Carlos Alberto Reutemann, se fue acercando al kirchnerismo por la prepotencia de la realidad santafecina. Sus electores, dicen los que conocen Santa Fe, están muy vinculados al universo de la “mesa de enlace”. Lo concreto es que también el cómico (sobre todo en su condición de candidato a gobernador) Miguel Del Sel –de las mano de Mauricio Macri y Eduardo Duhalde- alcanzó casi el 15 por ciento de los votos del padrón, apenas unos 3 puntos por debajo de Bonfatti y de Rossi.

Ahora bien, ¿”fallaron” los encuestadores? ¿se equivocaron o estuvieron dentro del llamado “margen de error técnico”? ¿Fue sólo un “error” menor?

A esta altura, ya no sirve de nada ignorar la verdad de las cosas. Las encuestas, en muchos casos, forman parte de la propaganda electoral, revestida de “cientificidad”. Se lanzan candidaturas a partir de una imposición –previa- por lo que “dicen” las encuestas. Las encuestas nunca “dicen” nada. Los que dicen son Doris Capurro (Ibarómetro), Artemio López, Zuleta Puceiro (OPSM), Rosendo Fraga, por sólo nombrar a algunos…Y ese “decir” (siempre interesado, forma parte del trabajo) se remunera muy abundantemente. Cada vez es más necesario cotejar los resultados de las últimas dos o tres elecciones con lo que indicaban las empresas encargadas de este tipo de investigaciones del “mercado electoral”.



No es algo que sólo suceda en nuestra patria. En el 2003, en Francia se realizaron elecciones presidenciales, en las que participaron Jacques Chirac (por el Frente Republicano), Lionil Jospin (por el Partido Socialista) y Jean Marie Le Pen, por su partido xenófobo y ultraderechista.

Contra lo que pronosticaban todas las encuestas, el Partido Socialista quedó excluido del ballotaje y fue Jean Marie Le Pen el que compitió con Jacques Chirac. El Partido Socialista –que de socialista, a esta altura, tiene muy poco; ahora estaba por llevar como candidato presidencial al ex Director Gerente del Fondo Monetario Internacional y violador serial, Dominique Strauss-Kahn- apoyó a Jacques Chirac.



Tampoco las encuestas anticiparon el triunfo de Graciela Fernández Meijide, en la provincia de Buenos Aires, sobre Hilda “Chiche” Duhalde en 1997 (le ganó por 48,3 a 41 por ciento). Y hay muchos otros ejemplos que, para no abrumar, no enumeraremos.



El viernes 20 de mayo, la presidente Cristina Fernández de Kirchner eligió a Daniel Filmus como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad. El sábado ya varias encuestadoras –que están contratadas por el gobierno actual, como Ibarómetro- “demostraban” que Mauricio Macri y Daniel Filmus estaban técnicamente empatados y que el ballotage entre ellos era inevitable.

Fernando Solanas, que en la última elección para diputados por Capital Federal obtuvo el 25 por ciento de los votos, ya era un “desaparecido” del escenario del ballotage. Por obra y gracia de esas encuestas ordenadas y fulminantes, ya formaba parte del “pasado”. Tal vez eso suceda –en la columna del sábado anterior hemos señalado que su figura se fue deshilachando por errores y horrores diversos-. Pero hoy es imposible augurarlo; faltan elementos. Esa prospección, con los datos existentes, es absolutamente inválida. Puede que una parte de quienes votaron a Fernando Solanas en el 2009 se inclinen por Daniel Filmus (y también por otros candidatos). Pero también puede suceder lo contrario. En definitiva, se va a decidir con qué instrumento/s electoral/es se enfrenta a Mauricio Macri.



Las operaciones para instalar e impulsar candidaturas son evidentes, pero se las presenta bajo un hálito de “cientificidad”, que produce el efecto de objetividad. Las “encuestas” son, por ende, un instrumento del que se valen diferentes actores sociales para efectuar una propaganda que no se perciba como tal. Esa es la función central: presentar como mirada “externa” lo que es un deseo “interno” y convencer a una parte del electorado de que hay que votar a “ganador” o de que algo es inevitable (a pesar de que depende del sujeto que eso sea o no inevitable).





Para Artemio López, por ejemplo, el Frente por la Victoria, con Néstor Kirchner y Daniel Scioli como candidatos a diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires, le ganaba en el 2009 a Francisco de Narváez por unos 12 puntos de diferencia. Como sabemos, lo que ocurrió fue otra cosa. En Catamarca, donde triunfó el Frente por la Victoria, y en Chubut, donde Mario Das Neves quedó herido de muerte en sus aspiraciones presidenciales, las encuestas también estuvieron lejos de las cifras finales.

No obstante, eso no significa que el uso de las “encuestas” como operación de propaganda haya fracasado...





II. 6,7, 8: SATURAR Y CASTIGAR



El martes pasado, Beatriz Sarlo estuvo en “6,7,8”, un programa que tuvo el mérito inicial de “desnudar” los funcionamientos de los oligopolios mediáticos, en particular, el de Ernestina Herrrera de Noble. Sin embargo, ese mérito prontamente se convirtió en un demérito, ya que los métodos utilizados para probar las presuntas verdades del proyecto “nacional y popular” fueron (y son) bastante parecidos a los objetados: reiteración, vaciamiento, fragmentación y negación de lo Otro (que no es uno), estigmatización totalizadora. La presencia de Beatriz Sarlo fue una auténtica novedad: frente a la constante de voces uniformadas y monocordes, la intelectual se convirtió –por contraste- en una posibilidad de confrontar perspectivas y, por ende, de incrementar nuestro conocimiento del mundo. El programa que tuvo un alto impacto entre la militancia, los cuadros, la dirigencia y algunos sectores académicos, alcanzó los 4,4 puntos de rating, casi el doble de lo que mide el programa a diario. 4,4 puntos de rating es, no obstante, 9 veces menos de lo que mide Marcelo Tinelli en una buena noche y unas 7 veces menos de lo que mide Susana Giménez en una velada “normal”.

Hubo una perspectiva generalizada, según la cual Beatriz Sarlo “liquidó” a los panelistas identificados con el oficialismo, incluidos Gabriel Mariotto y el referente principal de Carta Abierta, Ricardo Forster.

Mi percepción fue otra, mucho menos que por lo que dijeron Sandra Russo, Cabito, Carlos Barragán, Nora Veiga, Orlando Barone (que ejercen una obsecuencia ineficaz hasta para lo que desean lograr) por lo que dijo la invitada Beatriz Sarlo, ubicada en un liberalismo protestón y bastante hipócrita y con tendencia a la abstracción.

Valga la aclaración de que es complicado explicar y argumentar en un programa de televisión. Por ejemplo, en el “Debate Capital” que se llevó a cabo en TN, en a “A dos voces”, en el 2009, cada uno de los candidatos a diputado nacional (Michetti, Solanas, Heller y Prat Gay) tuvo un minuto y medio para presentar su MODELO DE NACIÓN. Parece más bien poco a juzgar por la relevancia y complejidad del asunto. ¿No es cierto?



Beatriz Sarlo no se refirió a problemas que, desde mi perspectiva, son claves, a saber:

1. El incremento de la deuda externa que hoy alcanza (a pesar del

reiterado término “desendeudamiento” que utilizan de manera nada inocente muchos funcionarios gubernamentales) los 250.000 millones de dólares (Héctor Giuliano, recocido economista, lo ha explicado pormenorizadamente en varios trabajos);

2. El modo de construcción y acumulación POLITICA del gobierno,

que ha llevado a alianzas tácticas y/o estrategias con los “barones del conurbano” (Mario Ishi, «El vasco», Raúl Alfredo Othacehé, Hugo Curto, etc.), con la burocracia sindical-empresarial que, como en el caso de Pedraza, no vacila en mandar asesinar… y con figuras relacionadas con lo peor del peronismo: Carlos Soria –ex secretario de la SIDE de Eduardo Duhalde cuando asesinaron a M. Kostekyy D. Santillán-, el formoseño Gildo Insfrán, el clan Saadi, Carlos Menem, Aldo Rico, entre tantos otros;

3. La catástrofe que significa la manipulación de las INDEC en

términos del armado de una nación que precisa de poder efectuar prospecciones para programar el futuro. Para peor, se hizo ingresar –de la mano de Guillermo Moreno- a no menos de 600 “empleados” (muchos de ellos, pertenecientes a barras bravas de Nueva Chicago, de Huracán y de River), que fueron rápidamente afiliados a U.P.C.N. y se quiso señalar como “mentirosos” a los trabajadores del INDEC que resisten, como pueden, casi heroicamente, la presión diaria.



La manipulación de las cifras del INDEC ha sido constatada por la

Comisión conformada por 5 universidades nacionales, entre las que estaba la Universidad de Buenos Aires, comisión designada por el propio Ministro de la cartera económica, Amado Boudou. ¿Qué más se necesita para reconocer la verdad? Por si fuera necesario: los gremios han realizado acuerdos salariales para el 2011 que fluctúan entre el 25 y el 35 por ciento. En el caso de los gremios estatales, tales acuerdos fueron firmados por el gobierno nacional.



Beatriz Sarlo, salvo una referencia al INDEC con un fervor más bien escaso, se centró en otras cosas menos significativas, más vinculadas con lo que ella denomina el “estilo K”. También focalizó en las razones por las que “6,7, 8” se acerca más a la propaganda que al periodismo. Nada nuevo: Horacio Verbitsky admitió esa realidad. Dijo también que el gobierno estaba en su derecho de tener un programa de esa naturaleza para contrarrestar la catarata de los oligopolios de siempre.

Beatriz Sarlo, la esperanza blanca de un liberalismo que no genera mayores adhesiones y menos que menos pasiones hoy (entre otras cosas, porque ese liberalismo también miente y de manera sistemática), tuvo coraje intelectual. Eran 8 contra ella, por decirlo de alguna manera. El coordinador-distribuidor de la palabra, tampoco era demasiado confiable en la distribución de la palabra. Salvo Ricardo Forter, que tuvo intervenciones agudas, respetables y respetuosas y que le marcó a Beatriz Sarlo omisiones deliberadas (“¿dónde está el poder en ese esquema, en tu perspectiva, Beatriz?”, le dijo), el resto fue muy pobre.

Si para procurar refutar la posición de Beatriz Sarlo (que en la actualidad no está desde el punto de vista intelectual en su esplendor) se requieren 8 intelectuales “nacionales y populares” de esa calidad, estamos en serios problemas…

Será más fácil y menos peligroso decirle al Rey que está maravillosamente vestido (la obsecuencia y el miedo disciplinan, se sabe). Pero no es verdad: Beatriz Sarlo no “liquidó” a nadie. Sin embargo, su intervención sirvió para evidenciar la debilidad conceptual (y no sólo conceptual) de quienes a diario confunden “saturación” y “fragmentación” deliberada y tendenciosa con “explicación” y “argumentación”. Reiterar jingles publicitarios no ayuda a construir una patria más justa, más solidaria y menos pacata. Al contrario: la clase media (y sus instrumentos mediáticos: Mitre, Canal 13, La Nación, La Red, etc.) estaba esperando que Beatriz Sarlo dijera lo que dijo con puntos y comas y celebró, como corresponde, las repeticiones que la calman y acunan como a un niño. Pusilánime para reflexionar de verdad, ávida de estereotipos por definición, esa clase media se quedó encantada con el: “CONMIGO NO, BARONE, CONMIGO NO” como si fuera una revelación mágica…



En “6,7,8” perdieron todos los que intervinieron. Quizás ganamos, en cierta medida, los que lo vimos porque sabemos un poco más de nosotros mismos. Fue una placa radiográfica de la pauperización conceptual en que se encuentran vastos sectores de nuestra sociedad. El Rey estaba desnudo, aunque Gabriel Mariotto –a quien Beatriz Sarlo calificó con el adjetivo “insolente”, como profesora justificadamente indignada- imposte la voz para parecer más firme y más patriarcal e intimidante… y Orlando Barone olvide, con la velocidad del rayo y la moral del ratoncito, en dónde estuvo...



Beatriz Sarlo, en cambio, sabe dónde está: está en el holding de Ernestina Herrera de Noble, la que apoyó a la Dictadura y la que obstaculiza a la Justicia con la perseverancia de abogados amorales, y en La Nación de los Mitre-exterminadores patriotas.



Nosotros también sabemos dónde estamos. Y estamos en otro lado. Nosotros estamos en la Radio de las Madres de Plaza de Mayo, lejos, bien lejos de esos lugares…

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