sábado, 22 de octubre de 2011

La mazamorra. " Folcklore del conurbano".


El grupo nace en agosto de 2000 y desde esta fecha viene trabajando un repertorio cuidadosamente seleccionado.

El mismo está integrado por grandes autores, nuevos y tradicionales. Pica Juarez, , Cuchi Leguizamón, H. L. Quintana, Armando Tejada Gómez, etc..

Estos pintan nuestro país en cuerpo y alma, poniendo de relieve las diferentes realidades geográficas y sociales de cada región.

En este mismo sentido, incluyen composiciones propias; como la chacarera AY DE LOS SUEÑOS, o la chaya MUJER DE LA COSTA RIOJANA.

Los temas son tratados vocal e instrumentalmente cuidando mantener su transparencia como expresión folklórica; pero a la vez, hay un sinceramiento en lo que respecta a las influencias rítmicas y armónicas de otros géneros; tratando de que esto sea un aporte positivo.

La Mazamorra ha participado en diversos festivales, así como en peñas de Capital Federal y Gran Buenos Aires, como por ejemplo: Peña La Señalada, La Encrucijada, La Baguala, De La Rivera, peñas en Cosquín realizadas durante el festival, etc… también otros espacios como: Radio Nacional (La Folklórica), Teatro Gregorio de Laferrere de Morón, La Manzana de las Luces, Auditorio Oeste, Santanabar, Biblioteca Juan B Justo, Centro Cultural San Martín, Feria de Mataderos y otros.

Realizaron peñas, contando con una gran afluencia y repercusión en el público.

Representaron a Ituzaingó en el festival folklórico de Cosquín, en el rubro vocal instrumental como finalistas de este certamen.

Realizaron actuaciones para Cultura del municipio de Morón, como así también efectuaron presentaciones dentro del programa “Vamos a la Plaza” de Cultura y Educación de La Matanza.

sábado, 15 de octubre de 2011

Mauro Lo Coco. " El arte en camiseta" : Guillaume Apollinaire: Naturaleza e invención .


Las relaciones entre el arte y la realidad constituyen el núcleo de un sinfín de debates de carácter estético, filosófico y político (que, en última instancia, aparecen en la vida social como lo mismo, pero que dividimos con el afán de conocer). Alrededor de estas tensiones se establecen programas y anti-programas, deberes éticos del artista y juicios sobre la validez de las pretensiones e intervenciones estéticas. Entre las diversas maneras en que los poetas expresan su vínculo con lo real encontramos el surrealismo. Esta palabra remitirá para muchos lectores a los coloridos cuadros de Dalí, o bien a André Bretón y sus manifiestos. Estos y otros ejemplos tienen un origen común: Guillaume Apollinaire (1880-1918), quién utilizó el término “surrealista” por primera vez en 1917.

Bautizado como Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky, este italiano –que adoptaría, poco antes de su muerte la nacionalidad francesa- tuvo que adaptarse a una vida económica y sentimental ciertamente hostil. Fue criado por una madre dominante y orgullosa, que poseía un lejano parentesco con la nobleza polaca. Su padre sólo dejó hipótesis, se cree que pudo haber sido un oficial italiano, pero nadie, ni siquiera su hijo poeta obtuvo datos certeros sobre este punto. La juventud del futuro poeta estará signada por mudanzas frecuentes, provocadas principalmente por las siempre cambiantes relaciones amorosas de su madre y su especial afección por los casinos. Durante este período, Apollinaire escribirá sus primeros textos, firmados con los pseudónimos de Wilhelm de Kostrowitzky o Guillermo el Macabro. El permanente viaje junto a su hermano, a lo largo de diferentes ciudades de Italia y Mónaco culmina en 1899, cuando son expulsados de un hotel monegasco por deudas ya impagables.
La obra de Apollinaire cobrará un especial vigor especialmente por obra de su última gran mudanza: su llegada a París despertará en Apollinaire un especial apego a la novedad. Muestra de ello serán sus primeras obras, entre las que se destaca el volumen de relatos El Heresiarca y compañía. También pertenece a esta época su célebre poema denominado “Onirocrítica” que prefigura varios postulados del manifiesto surrealista de Breton.

El poeta ve en la pujante París de principios del Siglo XX lo que había cautivado ya a Baudelaire, pero ahora exacerbado: la poética de lo nuevo. Despegado de las visiones románticas que anhelan un pasado supuestamente más digno, más entrañable y puro, Guillaume Apollinaire, como otras figuras del círculo intelectual y artístico parisino, celebrará la llegada de nuevos aires en todas las disciplinas artísticas. Ejemplo de esa celebración es su primer poemario, Alcoholes. Publicado en 1913, la obra tiene un impacto disímil en la crítica. El libro es definido por críticos como Georges Duhamel como “una tienda de objetos usados” por la caótica combinación de estéticas. La heterogeneidad se basa en dos aspectos principales. Por una parte, es histórica: en la obra se reúnen todos los poemas de la experiencia parisina de Apollinaire. Son 13 años de experiencias, en los que el poeta atraviesa distintas formas, perspectivas e fórmulas estéticas. Por otro lado, es estrictamente estética: el discurso es fragmentario, interrumpido, posee una forma de articulación extraña, que prefigurará la sintaxis de la poesía del siglo XX. Esto aparece exacerbado por la ausencia de signos de puntuación y la saturación de materiales disímiles, tradicionalmente vistos como antipoéticos que proceden de la vida cotidiana y rompen con la sacralidad temática y formal atribuida a la poesía hasta, al menos, el mencionado Baudelaire y Rimbaud. Para coronarlo, había expresiones atribuidas habitualmente al mal gusto popular. En “Zona” el poema que abre Alcoholes podemos leer versos como:

“Lees los prospectos los catálogos los afiches que cantan en voz alta He aquí la poesía esta mañana”

Apollinaire estaba expresando una nueva poética: más allá de sus parentescos con Baudelaire, Rimbaud o Mallarmé, lo que el escritor formuló como ningún otro antecesor fue la actitud moderna, entendida esta no como una celebración sin más de lo distinto, pero sí por el arrojo de la invención. La historia reclamaba al hombre una nueva manera de relacionarse con lo real, con la vida. Así nacerá el término surrealismo, término que será utilizado en una crítica de Apollinaire sobre el estreno de Parade y cuyo significado aparecerá expresado pocos meses después, en el prefacio de su obra dramática Las tetas de Tiresias:

“Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna”.

Apollinaire revelaba así una cuestión central sobre nuestra relación con el mundo: no sabemos cómo deberíamos lidiar con él, razón por la cual debemos inventar una relación. Y en ese invento esta la pretendida belleza o armonía: en tanto lanzamos una obra al mundo, también obligamos a los demás a inventar una relación con eso que acabamos de hacer existir. Esta es la dinámica de lo nuevo que celebraban las vanguardias de principios del siglo XX.

La vida de Apollinaire se truncó muy pronto. Alistado en la Primera Guerra como voluntario del Ejército Fráncés, una explosión cercana a la trinchera en que se encontraba le provoca una herida en la cabeza que lo obligará a dos años de convalecencia que terminan cuando se contagia la gripe española. Poco antes de morir, se casa con Jacqueline Kolb, homenajeada en el poema "La linda pelirroja". Y alcanza a ver la publicación de su obra más celebre junto a Alcoholes: Caligramas. En ella, observamos poemas visuales, que, ya liberados de la opresión de la puntuación y la sintaxis, se constituyen en espectáculos visuales, verbales y sonoros a la vez.

Ya era suficiente, este hombre había inventado el surrealismo y la poesía visual. Quizás demasiado para 38 intensos años de vida.

Miguel Giannattasio " Huerta orgánica y soberanía alimentaria". La Pasionaria, calmante natural


Esta hermosa planta, nativa de Sudamérica, (Perú, Uruguay, Brasil, Argentina) cuyo nombre científico es Passiflora caerulea L., es también conocida comp. Flor de la Pasión, flor de Cristo, burucuyá, brucuyá, y biricuyá. Es una liana, es decir una trepadora leñosa que necesita de otra planta o estructura para sostenerse y acceder a otras alturas. A la pasionaria la vemos que trepar en árboles, arbusto y también en alambrados, cercos y creciendo hacia arriba hasta encontrar un soporte adecuado. Se fija mediante zarcillos (filamentos fibrosos que se prenden de los soportes) que crecen debajo de las hojas. Éstas son láminas 3 a 6 palmatipartidas de color verde oscuro en la cara visible o haz y glaucas en la parte del envés, o sea la cara que no expone a la luz solar.

En cuanto a la flor, hermosísima como todas las flores, es la que le da el nombre vulgar de pasionaria, fue nombrada así por los sacerdotes españoles en Sudamérica, por el simbolismo con la Pasión de Jesús. Son flores solitarias, perfumadas, actinomorfas, o sea con más de un plano de simetría, de cerca de 10 cm de diámetro, con cinco sépalos y pétalos similares en apariencia, blancuzcos, sobremontados por una corola de filamentos azules o violáceos, 5 estambres verde amarillentos, 3 estigmas purpúreos. En clima tropical florece todo el año.

Compitió con el ceibo por el estatuto de Flor Nacional Argentina, está en los billetes de 50 pesos de nuestro país y su nombre

Se cultiva como ornamental y se multiplica por gajos y semillas pero la distribuyen en los campos y barios las hormigas, los pájaros y pequeños mamíferos. Su fruto es una baya esférica a elipsoide de color anaranjado con semillas comprimidas en un arilo rojo, jugoso y dulce, comestible, con el cual se preparan dulces y mermeladas

Su uso medicinal, conocido por abuelas y madres originarias (Makás, Vilelas, Tobas) sedante, estimulante cardíaco e hipotensor utilizándose las flores y hojas en infusión

sábado, 8 de octubre de 2011

Miguel Giannattasio. " Huerta orgánica y soberanía alimentaria". El Cayote

Gracias a mi amiga Tita Aguerre, campesina, cocinera y experta en plantas, dulces y licores, conocí esta planta con flor, que se cultiva en todas partes para hacer dulces y comidas.
Su nombre científico, Cucurbita ficifolia y es prima del zapallo (Cucurbita spp) pertenecientes a la familia botánica de las cucurbitáceas.
Nobres comunes: en Argentina: alcayota (en Mendoza y San Juan) o cayote (en Salta), en Bolivia: blanca, lacayote, en Chile: alcayota, en Guatemala: ayote, chilacayote, cidracayote, en México: chilacayote, chilaca, kan, en Perú: calabaza blanca, lacayote, chiclayo y en Náhuatl: tzilicayotli [chili-caiotli]
C. ficifolia es, como la mayoría de las especies de Cucurbita, de hábito rastrero; herbácea, anual en zonas templadas, y perenne en zonas tropicales; el tallo velloso alcanza una extensión de 5 m (no es raro que alcance 15 m), y arroja zarcillos que utiliza para trepar en la vegetación adyacente. En su madurez cobra características semileñosas; es excepcional entre las cucúrbitas por ser perenne en su estado silvestre, aunque los cultivos se efectúen por lo general anualmente.
Hojas pecioladas, con nervaduras palmadas, penta- o heptalobuladas, de gran tamaño, color verde oscuro y dorso pubescente; similares a la higuera en apariencia, de ello deriva su nombre científico (ficifolia, "de hojas de higuera" en latín) e inglés (fig-leaf gourd).
La planta es monoica invariablemente. Las flores son solitarias, pentámeras y axiliares; grandes y depétalos carnosos, con corola de hasta 7,5 cm de diámetro y color amarillo o naranja. Las masculinas tienen un cáliz en forma de campana, y son largas y pediceladas, con tres estámenes. Las femeninas presentan un ovario ovoide multilocular, y una corola mayor que las masculinas. La polinización tiene lugar mediante insectos, especialmente abejas del género Peponapis.
El fruto es globoso y de forma oblonga; de 2 dm de diámetro, y no supera los 5 o 6 kg de peso. La piel, verde o blanquecina, protege una pulpa conformada básicamente por mesocarpio, seca, fibrosa, de color claro y dulce. Puede contener hasta 500 semillas de forma aplanada y color oscuro, parduzcas o negras según las variedades. Una misma planta puede dar hasta 50 frutos en condiciones favorables.
Se ignora con exactitud su origen; distintas líneas de examen apuntan a México o la región andina, pero no se ha podido constatar cualquiera de las hipótesis. La evidencia lingüística favorecería un origen mexicano, ya que el nombre empleado casi universalmente es de origen náhuatl; sin embargo, los restos arqueológicos más antiguos conservados provienen del Perú. Se desconoce la variedad silvestre de la que se haya originado, y las hipótesis apuntan a una especie aún desconocida, posiblemente nativa de la región oriental de la cordillera andina.
Hoy se cultiva desde Chile y Argentina hasta el sur de los Estados Unidos, y en la región mediterránea de Europa, donde fue llevada en el siglo XVII. Los mismos europeos parecen haberla introducido en la India, Japón y las Filipinas, que hoy son importantes productores.
Es la menos intensamente cultivada de las especies comerciales de Cucúrbita, pero quizá la que muestra una distribución geográfica más amplia; en estado silvestre no es difícil encontrarla en las zonas altas (1000 a 3000 msnm) y templadas del continente americano. Esta facilidad se debe en parte a su probada resistencia a varios virus que afectan a otras especies afines, lo que hace más problemática la imposibilidad de obtener híbridos sin medios muy sofisticados.
C. ficifolia requiere suelos húmedos y clima templado; prefiere condiciones de día largo, aunque en regiones cálidas se la cultiva todo el año. No es resistente a las heladas en el primer año de vida.
En algunos sitios se la emplea como patrón para el injerto de plantas de melón (Cucumis melo, otra cucurbitácea).
Las flores y brotes tiernos de C. ficifolia se emplean en México y otros países americanos como verdura, de manera similar a la fiore di zucca (la flor de Cucurbita pepo y Cucurbita maxima) utilizada en la cocina italiana. También se emplea el fruto inmaduro, pelado y hervido especialmente como fideos para diabéticos.
El fruto maduro presenta una importante concentración de azúcares, por lo que se consume como dulce y se lo utiliza para elaborar bebidas. En confitura se emplea para la confección de cabello de ángel, un dulce elaborado acaramelando las hebras de la pulpa con canela o corteza de limón. Las semillas, ricas en lípidos y proteínas, son el ingrediente principal de un típico postre de la región mexicana de Chiapas, las palanquetas.

Compañeras del tomate

Entre las hortalizas que reinan en la huerta en la primavera y el verano, hasta los primeros fríos del otoño, entre lechugas, acelgas y cebollas, está el rojo o amarillo tomate. Para que su sabor no decaiga y su salud se mantenga excelente, hemos de elegirle buena compañía para que transite el estío de la mejor manera posible
Entre las aromáticas hierbas que pueden cultivarse entre plantas de tomate están las mentas (Mentha spp) en sus diversas variedades (rotundifolia, spicata, arvensis, asiática, anisada, etc) La ruda (Ruta graveolens, Ruta chalepensis) y la clásica albahaca (Ocimum basilicum)

sábado, 1 de octubre de 2011

Mauro Lo Coco. " El arte en camiseta". Italo Svevo


Una amistad impensada y provechosa


Sin azar no habría ni literatura. El tiempo, la indeterminación, lo arbitrario, lo caprichoso, por citar algunas manifestaciones, justifican el trabajo de la expresión, que se resiste o abraza su condición precaria y provisoria, su imposibilidad de clausurar el sentido de lo real. Podríamos preguntarnos qué sería de la literatura moderna si Max Brod hubiese accedido al pedido de su amigo Kafka y quemaba esos papeles llenos de escritos que el canon occidental ha convertido en memorables. Del mismo modo, podríamos conjeturar qué hubiese sido de la vida de Ítalo Svevo si no se hubiese cruzado con un muchacho irlandés.


En efecto, Italo Svevo (1861-1928) había vuelto a ser Ettore Schmitz, un triestino judío de padre comerciante que, luego de haber intentado estudiar las artes del comercio y haber probado suerte con dos novelas que la crítica despreció, retomó la buena senda y se abocó a trabajar en la Unión Banquera de Viena, como quería su padre. El azar hizo que en 1904 llegara a Trieste un joven intelectual que buscaba trabajo. Apenas tenía para mantenerse y consiguió un empleo bastante precario en la Berlitz School. Para complementar su salario, ofreció clases de inglés, que sedujeron a nuestro homenajeado de hoy. Así fue que Ettore Schmitz, el banquero, tomó clases de inglés con James Joyce.


Las clases de inglés provocaron que ambos sujetos trabaran una amistad, lo que motivó que Schmitz se familiarizara con la obra de Joyce, quien no mucho tiempo después alcanzaría cierta fama y prestigio en Europa. En esas charlas, entre los muchos cigarrillos que compartían, Joyce fue descubriendo los intereses literarios y filosóficos de su alumno. Schmitz, en virtud de su conocimiento del alemán, se había interesado por la obra de un tal Sigmund Freud, e intentaba traducirlo al italiano. De hecho, se había familiarizado con la psicología en sus interminables intentos por dejar de fumar. Eso motivó largas charlas con el paciente instructor de inglés, para quien este doctor y sus teorías renovadoras eran de sumo interés también.


Tímidamente, Joyce fue ganando la confianza de Etore Schmitz, hasta lograr que éste compartiera con él sus dos obras malogradas. Fue un trabajo arduo, Schmitz había leído con entusiasmo algunos escritos sin publicar de Joyce, y la admiración por él lo inhibía. La amistad se fortaleció incluso a pesar de que Joyce se mudara a Roma, luego a Zurich y más tarde a París. La correspondencia entre ambos no hizo más que consolidar una relación horizontal, de pares, a pesar de la distancia y la asimetría que supone toda relación entre un docente y su alumno. Así también conversaron epistolarmente de filosofía alemana e inglesa, y se atrevieron a discutir la concepción de Darwin, quien por entonces empezaba influía –quizá de la peor manera que podríamos imaginar– en el pensamiento político occidental.


Entre tanta carta, Joyce se preguntaba por qué un hombre tan versado en cuestiones intelectuales y literarias, tan curioso de la ciencia moderna, no escribía. Schmitz era reticente a dar una respuesta de ello, hasta que finalmente confesó: la crítica italiana lo había disuadido de seguir escribiendo. En vista de las opiniones que motivaron sus obras –especialmente las que se lanzaron contra su segunda novela, Senilidad– Schmitz se había convencido de retomar la serena senda del comercio, abandonar su pseudónimo de Italo Svevo y, sobre todo, la aventura de escribir ficción. Joyce accedió a esas obras vapuleadas: descartó la primera, era una típica obra de

juventud, barroca, pretenciosa y estereotipada. En cambio, encontró algunos aspectos interesantes en Senilidad. El narrador no era omnisciente (como era el canon del Siglo XIX), había ciertas escenas de costumbrismo... Joyce, ya conocido y casi célebre, ponderó muy favorablemente esta obra, a pesar de un montón de vicios de época que no dejó de señalar. Una vez ganada la confianza del autor, volvió a indagarlo: ¿la ceguera de la crítica lo había connvencido de no escribir nunca más?


Schmitz tenía apenas unos apuntes de lo que se convertiría en una novela capital del siglo XX. Desde Zurich y París, Joyce recibió los manuscritos de la nueva obra de Shcmitz / Svevo. Desde su posición de privilegio en los círculos literarios europeos, el autor del Ulises –a quien Schmitz se permitía visitar, cuando sus actividades comerciales se lo permitían – fogoneó y se encargó de difundir la obra del recobrado Svevo. Así, en 1923 se publicaba La conciencia de Zeno, acaso una de las mejores novelas de la literatura italiana.


En ese novela, el recuperado Svevo despunta el arte de narrar en una historia compleja en la que se articulan su conocimiento del psicoanálisis, su adicción al cigarrillo, las costumbres triestinas y el advenimiento de la guerra. Se trata de una narración no lineal, el eje es temático y no cronológico: el lector reconstruye y ubica los acontecimientos que constituyen la vida de Zeno Cosini a partir de un índice temático caprichoso, provocado por una situación narrativa insólita. El libro comienza con una nota del médico psicólogo de Zeno, quien advierte que las páginas que siguen se habla de él de manera inadecuada y se le atribuyen dichos y acciones que no necesariamente se condicen con la realidad, si no que deben ser entendidas como la particular mirada de su paciente.


Luego de ello, aparece Zeno. Él tiene algo que aclarar también: escribe por exclusivo pedido de su terapeuta, a quien ha acudido para abandonar el dañino vicio del cigarrillo. Luego de esa aclaración, comienza un viaje temático en el que se asiste a escenas que inspirarán al mejor cine italiano. El índice ya es de por sí elocuente:


“1. El cigarrillo, 2. La muerte de mi padre; 3. La historia de mi matrimonio; 4. La esposa y la amante; 5. Historia de una asociación comercial; 6. Psicoanálisis”


La novela fue bien recibida en Europa, aunque no tuvo mayor trascendencia en Italia, salvo por el entusiasmo de Eugenio Montale. Hacia la década del ’60 sería redescubierta y re-editada, junto con la correspondencia entre Svevo y Joyce. Más allá de la recepción que tuvo inicial y posteriormente La conciencia de Zeno, lo trascendente es que Ettore Schmitz vivió los últimos 6 años de su vida como Italo Svevo, gracias a joven entusiasta que decidió enseñar inglés para sobrevivir en Trieste.


Svevo murió en 1928. Convaleció unos días en el hospital después de haber sido arrollado por un automóvil en su ciudad natal. Dicen que pedía desesperadamente un
cigarrillo