sábado, 23 de abril de 2011

Columna de la Huerta Orgánica y la Autonomía Alimentaria

Columna de la Huerta Orgánica y la Autonomía Alimentaria

Conocer para resistir

Sin proponérselo la naturaleza nos enseña, a quienes estamos dispuestos a observar, la manera de vivir en armonía con ella, de la que somos parte indisoluble, y con nuestros prójimos, próximos y con nosotros mismos, nuestros cuerpos y nuestras mentes. Sabemos que el cambio climático, el calentamiento del planeta es una realidad. Los medios de comunicación nos lo recuerdan de vez en cuando pero nosotros, testigos de nuestra vida, recordamos por ejemplo que años atrás los inviernos eran más pronunciados, hacía frío todo el día, el agua en los cordones se congelaba en las ciudades y tardaba en volver a ser el líquido turbio donde flotaban las hojas amarillas de los paraísos. También se compraban menos cosas, lo que se adquiría debía tener una utilidad y durar, y se descomponía una plancha, el lavarropas o la TV, se llevaba al negocio de reparaciones y listo. Los zapatos eran caros, tal vez no tanto como hora, pero el zapatero los componía con maestría, quedaban mejor que nuevos y los entregaba lustrados. Había menos autos, éstos eran bien antiguos, había más talleres mecánicos, había oficios que se aprendían trabajando y eran necesarios por la demanda que había en ese entonces. Pasaba el lechero que tenía sus vacas en el establo del fondo de la casa y traía la leche recién ordeñada, sin agregado de agua porque las clientas se avivaban y no le compraban más. Por lo tanto había menos envases de lácteos, de galletitas, pues se vendían sueltas, de fideos, de azúcar. El plástico era una novedad y aún no era un problema tóxico ni contaminante. Las pilas eran pocas, había menos cosas baterías y los teléfonos estaban todos pegados a las paredes o apoyados en mesas o estantes. Así como había menos envases, se desperdiciaban menos los llamados recursos naturales con que siempre e fabricaron las cosas, útiles o superfluas. Y al fin todo proviene del todavía vivo cuerpo del planeta. Nosotros los productores y consumidores y las materias primas. Como resultado de todo ese despilfarro de naturaleza nos queda cada vez menos tierra sana para producir alimentos y cada vez más basura que no sabemos donde meter.

La solución empieza por casa, y sigue por la manzana

Estamos frente a un interesante desafío: sobrevivir, mejorar nuestras vidas y cumplir nuestros sueños y dejarles a las generaciones venideras un planeta habitable para que vivan, si es posible mejor que nosotras/os, y que cumplan sus sueños de un mundo más amoroso para los que vendrán.
Esta propuesta incluye, si no, es imposible sobrevivir, a aquellos seres que no tienen voz, pero que sustenta la VIDA: plantas, animales, bacterias, todo en un salvaje marco natural.
Empezamos por casa: parar la velocidad con la que vivimos y observar a nuestro alrededor: las plantas que nos rodean, silvestres y domésticas, que insectos viven de ellas, no son nuestros enemigos, entonces cómo hacemos para convivir sin temor, las plantas silvestres son comestibles? Tienen propiedades que mantienen nuestras salud y la mejoran? Qué tienen que ver con nosotras/os?
En nuestra cuadra: quiénes son nuestras/os vecinas/os? Necesitan ayuda? Podemos compartir cosas además de límites y barrio? Podemos reciclar juntas/os nuestros residuos? Podemos y queremos reciclar la materia orgánica juntas/os y así aprovechar abono para huertas y jardines? Podemos realizar compras comunitarias? Compartir el auto? Si hay un terreno baldío podemos hacer una huerta comunitaria? Podemos juntas/os plantar árboles que junto con huertas y jardines frenan un poco el calentamiento global? Podemos visitarnos y dejar de ver tanta tele?
Hay muchas preguntas y tal vez con creatividad podremos aportar repuestas y propuestas más creativas, amorosas, que mejoren nuestra salud, la salud del planeta y la garantía de vida para quienes aún no nacieron. Esperamos aportes de nuestras/os visitantes.

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